Haciendo un guión histórico en estilos parentales en educación, encontramos que, muchos de los que hoy en día son padres dijeron aquella frase de “Yo no seré como mi padre. Seré amigo de mis hijos”. Se pasa de la autoridad que muchos padres actuales vivieron en sus días, a la permisividad creada para no parecerse en nada a sus progenitores.

La permisividad y la autoridad excesiva tienen muchas consecuencias, que afectan desde el desarrollo del pequeño en sí, hasta el aprendizaje y reforzamiento de conductas negativas en el niño, que luego será adolescente y representará esas conductas reforzadas. Entre ellas, la violenta hacia sus iguales o sus mayores, dentro o fuera de casa.
Tampoco se trata, como hemos dicho, de crear un espacio de autoridad. Ya que esto no hace que el chico sienta empatía (puesto que no la sienten hacia él) o solidaridad hacia sus compañeros.
Se trata de una educación en democracia, de un ejercicio de comunicación diario, donde los problemas de todos son conocidos y aconsejados. No se trata de gritar, nuestros hijos no están sordos. Se trata de hablar pausadamente, de conseguir unas habilidades sociales en nuestros hijos para que, más tarde, no caigan en distintas situaciones de riesgo.
Somos conscientes, de que estas palabras suenan difíciles y utópicas, pero está claro que cuando algo no funciona hay que cambiarlo y que, a veces, en la utopía está la inspiración de los educadores.
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